La Argentina acaba de consolidar un cambio en el sistema político que la rige. Ya no es la democracia constitucional que con sus luces y sombras funcionó desde la restauración democrática de 1983. El nuevo régimen es una dictadura judicial. No es igual a las dictaduras militares que asolaron al país durante casi todo el siglo XX. En ese caso el poder del Estado que tenía la función de suprimir por la fuerza la voluntad de las mayorías eran las Fuerzas Armadas. Ahora ese lugar lo ocupan los jueces federales y especialmente la cúpula del Poder Judicial.
El encarcelamiento y proscripción de la líder política más importante del último medio siglo, Cristina Fernández, es la consolidación de este nuevo régimen político, que comenzó a gestarse hace al menos una década.
Es lógico que Javier Milei miré con preocupación lo que se ha consolidado. Su adversario interno, Mauricio Macri, es parte de las 50 familias que se creen dueñas del país y que controlan el Poder Judicial. Milei ya tiene un caso resonante, la estafa con la cripto moneda Libra, que puede avanzar o retroceder, más rápido o más lento, según lo obediente que sea el león, que venía a terminar con la casta y es un empleado de la verdadera casta.
Las tensiones con el Grupo Clarín que se quiere quedar con el 70% de las telecomunicaciones del país, con Paola Rocca por las importaciones chinas, con Macri por los negocios que pretende para su grupo familiar, son sólo algunas de las batallas silenciosas-y no tanto-que Milei tiene con los que controlan a la Corte. Por supuesto que esas disputas Milei no las da para favorecer al pueblo sino a otros grupos empresarios que pugnan por los mismos negocios.

Al igual que durante los años de la Guerra Fría y las dictaduras militares, el rol de la embajada estadounidense es fundamental en esta nueva forma de autoritarismo. La decisión del gobierno de Donald Trump de prohibirle a Cristina el ingreso a Estados Unidos fue una señal clara para la justicia federal argentina. Una muestra de la influencia decisiva que tiene la embajada americana en la justicia local fue el caso Emtrasur, la empresa dueña del avión de carga venezolano retenido por la justicia argentina con la excusa de que ahí viajaban potenciales terroristas iraníes. El episodio desembocó en la ruptura total de relaciones entre Caracas y Buenos Aires.
Por supuesto que hay diferencias con las dictaduras militares, por ahora, en las armas que se utilizan. Todavía es posible escribir y publicar. Es una dictadura judicial porque un poder que no emana de la voluntad popular se encarga de asfixiar la voluntad de las mayorías populares. El objetivo es tratar de construir un liderazgo peronista que se someta a los mismos lineamientos. Que la competencia electoral sea una pantomima en la que no haya rivalidad de modelos de económicos y sociales sino una mera carrera por el poder del Estado para hacer más o menos lo mismo. El que se corre de esa línea va preso. El sistema para lograrlo es conocido. El aparato de propaganda, los medios de comunicación de las 50 familias, arman el show con dos o tres elementos, siembran el estado de sospecha sobre una persona y después viene la caballería judicial para hacer el resto del trabajo.
Un cambio de régimen no se derriba con una movilización por grande que sea. Circula mucho en el debate general que se repita un 17 de octubre. Todo es distinto: es otra época, otro país, otra instancia del liderazgo popular. Restaurar la democracia es una batalla larga, que se da por oleadas, y en la que es muy difícil saber cuál será la oleada definitiva. No es una carrera de velocidad sino-y esta palabra es clave-de resistencia.
Hay un elemento por el que puede venir la sorpresa y es por el mismo lugar por el que en parte llegó Milei: la juventud. Hay millones de argentinos y argentinas que tienen menos de 40 años para los que vivir en democracia es un estado natural. Los que están “festejando” la prisión de CFK son en su mayoría personas mayores, parte del añejo antiperonismo autoritario que habita en el corredor norte de la Ciudad de Buenos Aires. Son los que creen que la Argentina no es Francia porque nació un demonio que se llama peronismo y es culpable de todos los males, hasta de las penas de amor. Esa argentina votó por Milei, sin duda, pero es la mitad del 56% que sacó el presidente en el balotaje del 2023. El resto eran los enojados con el sistema. El sistema incluye a las 50 familias, incluye sobre todo al Poder Judicial que es la institución con peor imagen del país. Son la casta y así los percibe buena parte del electorado que apoyó a Milei.
¿Qué hacer? Lo primero es batallar por la liberación de Cristina y para que recupere sus derechos políticos. Eso podrá llegar por tribunales internacionales o ganando elecciones-mientras siga habiendo-y dictando un indulto. Para el largo plazo, hay un norte y en este caso la palabra norte es literal. La reforma judicial mexicana, en la que la cúpula del Poder Judicial emerge del voto popular, es un camino posible. Todavía es una experiencia iniciática, que seguramente deberá tener correcciones, pero muestra un faro para recuperar una democracia plena.
Gustavo Adolfo Corizzo | Socio
11 June 2025 - 14:56
Gracias Demiàn, suscinto, y jugoso, Abrazo.